Los “hijos” universitarios de Vicente Ferrer
Fuente 07/02/2010 en ABC
En las áridas tierras de Anantapur, en el sur de la India, comenzó una revolución en 1969. Vicente Ferrer, fallecido el pasado junio a los 89 años, se propuso dar agua a los agricultores, letras a los analfabetos y derechos a las mujeres e intocables. Cuatro décadas más tarde una generación de jóvenes universitarios está lista para enfrentarse al mundo.
Obulesu conoce bien las dificultades a las que se enfrentaba un intocable, el escalafón más bajo dentro de la sociedad india. «No nos tocaban, no podíamos entrar en templos. Comíamos en platos reservados para nosotros». Su familia poseía un pequeño trozo de tierra baldía. Producía poco. «Mis padres llegaron a trabajar para los terratenientes por un plato de comida».
Vicente Ferrer decía que su trabajo consistía «en conseguir sueños imposibles». En el caso de Obulesu el sueño se hizo realidad. Ferrer llegó a su pueblo, Kottakata, en 1976 y estableció un colegio en un templo. «Vinieron de la FVF a hablar con mi padre, Lachappa. Le convencieron para que me dejase ir a la escuela». A los 10 años Obulesu fue apadrinado por la fundación. Recibió ropa, comida, clases de refuerzo. Después obtuvo una beca para estudiar secundaria en un internado.
Tras graduarse en la Universidad en Telugu -la lengua local-, Matemáticas y Ciencias Políticas, con una beca conjunta del Gobierno y la FVF, Obulesu percibió la realidad de una forma diferente. «Los terratenientes hacían firmar -un garabato o una cruz- papeles en blanco a los campesinos analfabetos, como mi padre. Después ponían lo que querían. Lo aceptábamos. Mi padre trabajaba de por vida para pagar las deudas. Cuando volví de la Universidad era consciente de mis derechos y puse fin a aquello»
Obulesu comenzó a trabajar para la Fundación Vicente Ferrer y años más tarde hizo un postgrado en Magisterio. Hoy, con 34 años, es coordinador de Educación para la FVF.
«Doy clase a niños de todas las castas y me siento respetada»
Además de intocable, Nagarathna es mujer. Cuando era niña las féminas apenas estudiaban en la India, se consideraba invertir en «el jardín del vecino», ya que una vez casada deja de formar parte de la familia. Además, un hombre analfabeto no acepta a una mujer con estudios, a la que percibe como superior a él. Por si fuera poco el casamiento con un hombre formado multiplica la dote que se entrega. Cuando en 1989 llegó el momento de que Nagarathna dejara su pueblo natal para ingresar en un internado de secundaria en Anantapur, su madre se negó. Desconfiaba de las buenas intenciones de la FVF y los vecinos del pueblo le metían miedo. El padre de Nagarathna dejó atrás los prejuicios. La joven fue al internado y más tarde se licenció en Magisterio por Biología con becas de la FVF. Ahora, con 32 años y dos hijas, enseña en un instituto del Estado. «Cuando era pequeña me discriminaban por ser intocable, ni siquiera me tocaban. Como mujer se esperaba que me quedase en casa. Ahora doy clase a niños de todas las castas y soy respetada».
Obulesu y Nagarathna fueron pioneros de la educación universitaria en Anantapur. El camino fue más que difícil para la FVF. «En 1978 yo era profesor de la FVF pero hacía mucho más. Hablábamos con los padres para concienciarles de la importancia de la educación. Recogíamos a los niños en su casa, los lavábamos, vestíamos y llevábamos al colegio», recuerda Murali, hoy coordinador de Educación del Área de Kalyandrug.
Tras cuatro décadas de trabajo todo ha cambiado. Cuando Ferrer llegó a Anantapur, el índice de matriculación era del 2 por ciento. Los niños no estudiaban, trabajaban. Hoy, el 98 por ciento de los niños intocables, tribales y de castas bajas estudian en las áreas de la FVF. En estos momentos 726 jóvenes se encuentran en facultades y 366 en los cursos preuniversitarios.