Procurad entrar por la puerta angosta
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
“Ancha es la puerta
– de los centros comerciales para adictos refinados;
– de los hoteles de lujo para le élite del negocio y del poder;
– de los que acuden a lavar los dólares del narcotráfico;
– de los sepulcros vacíos que cultivan fachadas y apariencias.
Estrecha es la puerta
– de los que sirven en las residencias millonarias;
– de los calabozos que reprimen a los justos;
– de los ranchos construidos con material de desperdicio;
– de las decisiones solidarias con los oprimidos.
Ancho es el camino
– de los latifundios que se pierden en el horizonte baldío;
– de las autopistas hacia las playas exclusivas;
– de la corrupción que se pasea en carros de lujo;
– de las multitudes domesticadas por la costumbre.
Estrecho es el camino
– de los que hunden la pala en los cimientos de los grandes edificios;
– de los callejones en los barrios marginados;
– de la nueva justicia abierta en medio de la selva legal;
– del futuro del Reino que no es noticia en ningún periódico.
Ancho es el camino
– que lleva a los sumos sacerdotes al templo de Jerusalén;
– de la casa de Herodes construida con impuestos populares;
– del palacio imperial de Pilato;
– de las aclamaciones de las multitudes ahítas de pan.
Estrecho es el camino
– que va de Belén a la cueva de los pastores;
– que sigue Jesús hacia los poblados perdidos de Galilea;
– que sube hasta el monte de la Transfiguración;
– de la callejuela que atraviesa Jerusalén y llega hasta el Calvario;
– de la decisión que conduce hasta Getsemaní en medio de la noche”.
Amplia es la calle que lleva a la perdición.
Qué estrecho es el callejón que lleva a la vida”
Nos viene muy bien recordar esta poesía de Benjamín González Buelta, S.J., cuando la liturgia nos propone el texto evangélico de Lucas en el que Jesús le recomienda a sus discípulos: “Procuren entrar por la puerta angosta; porque les digo que muchos querrán entrar y no podrán”. Es muy fácil que nos sintamos atraídos por las puertas y los caminos anchos que nos ofrece la sociedad de consumo. Es muy fácil que nos olvidemos que el callejón que lleva a la vida es estrecho y supone sacrificios. Cada quién tiene que revisar su vida y reconocer por dónde pasan estos caminos estrechos del seguimiento del Señor en nuestra propia historia.